Gaia

 

Me gusta la montaña porque es silencio, es soledad buscada, es salud, libertad, el lugar mágico donde abro mis alas. Lugar donde habitan los duendes y las hadas, donde uno puede cantar, bailar y sacar a su niño interior sin que nadie le diga nada. Abrazar a los árboles que transmutan el dolor de mi vida callada. Mirar ese verde me aplaca, me da frescura, mi mente se siente en calma y ve más allá del alma.

Las montañas y sus verdes son sin duda el abono perfecto para mi espíritu, pero no tiene nada que envidiar al mar con sus playas, con sus amorosos delfines, la grandeza de las ballenas y las olas cuando lavan mi cara.

La inmensidad de los océanos y los secretos que guardan sus aguas, esas que transformadas caen del cielo, hacen crecer las plantas y a nosotros, porque somos agua. Quisiera ser libre como lo es ella pura y clara, nadar como los peces, bucear en sus profundidades y ver la vida que habita en sus aguas.

Quisiera descender cada una de las capas de esta perfecta esfera llamada "Gaia", llegar a su interior donde cada día, yo y otros, vaciamos todo lo que nos pesa y carga, para transmutarlo en amor y que vuelva de nuevo a casa, ese núcleo que es su corazón que vibra y clama al mundo que día a día, lo daña.

Me gusta ver el Sol cuando asoma su cara, verlo desplegar su alas e ir subiendo hasta que desciende al atardecer en busca de su amada, él es el que da vida a mi comida y mis plantas, sin él la oscuridad eterna, la nada. Abrigo de los que sufren frío en el cuerpo y el alma.

Al atardecer su color es bello como cuando el corazón ama y es porque se acerca la hora de ver a su amada Luna, ella cada día le pone una de sus mejores caras que ilumina con su luz plateada, la inspiración de los poetas, señora de las sombras, luz que embriaga a brujos y magas.

Me gusta el viento que, a pesar de que altera mis nervios, te hace ver las cosas más claras, mirar ese cielo azul por el cual caminan las aves agitando sus alas. Me gusta la lluvia que limpia mi tierra, llenando pantanos, regando las almas y la nieve, esa capa pura y blanca que luego se torna en ese tesoro tan preciado que es el agua.

Me gustan sus gentes, esas que llevan el corazón en la cara, que tienden una mano cuando lo demás te falla, esas que te ayudan a que despliegues tus alas, esas que cuando ríen o te dicen un te quiero, te lo dicen con la mirada, que antes de caer te agarran, esas gentes que no dañan, de las otras mejor no decir nada, sólo que es mejor perdonarlas para tener limpia el alma.

La Tierra, mi Gaia, planeta azul como el rayo en el que fui creada, quisiera salir de la atmósfera para ver tu cara, ¡¡¡porque desde lejos debes de ser tan bella como los son mis alas!!!

Y por último para terminar:

Todos deberíamos de ser conscientes de que debemos cuidar nuestro maravilloso planeta al igual que lo hacemos con nuestras casas y nuestro interior, ya que, de no ser así, qué les dejaremos a nuestros hijos y todavía peor, los que creemos en la reencarnación qué nos encontraremos cuando volvamos, un planeta totalmente destruido, sin agua, comida, etc... ¿A que pocos habrán pensado en eso?

TereAcm(c)  3/3/2014


Momentos de Luz

                       


 

 
 
 
 
 
   
 
 
 
 

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